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MADRID. “Punto y seguido”, “eterno”, “en carne viva”, “sigo mi camino”... En su extensa carrera ha incidido tantas veces en los títulos de sus trabajos en las cualidades de su vigencia y longevidad artística que hoy, en otra noche de éxito, perdida ya la cuenta, Raphael se ha vuelto “infinito” en su ciudad fetiche.
A los 75 años, los mismos que en pocas horas cumplirá Julio Iglesias relativamente alejado del foco mediático, Raphael ha brindado en el WiZink Center de Madrid un “tour de force” de 140 minutos de duración, fruto de la energía incombustible de alguien que, habiéndolo cantado todo, aún nombra su gira “Loco por cantar”.
Así se llama también uno de sus más recientes temas, incluido en el disco “Infinitos bailes” (2016), con el que su intérprete quiso actualizar su repertorio de manos de compositores de generaciones más jóvenes, de Mikel Izal a Bunbury, pasando por Rozalén, Dani Martín e Iván Ferreiro.
Prácticamente agotado el tiempo de sus presentaciones en vivo (en noviembre publicará nuevo álbum junto al compositor Lucas Vidal), Raphael ha pasado por última vez por casa con esta carta bajo el brazo, de nuevo con todo el aforo agotado y 12.000 espectadores ávidos de música.
Y música, como ya se ha señalado, ha habido mucha: más de una treintena de temas con tiempo para rebañar en el arranque algunos de “Infinitos bailes”, incluido el que le da nombre, también “Aunque a veces duela” y la citada “Loco por cantar”, chisporroteante e interpretada con tal vehemencia que ha habido que creerlo.
Lo ha hecho con el público en pie, ya lo estaba antes de empezar siquiera su actuación, parapetado por una banda de formato rock con siete músicos que para sí quisieran muchos artistas de ese género y, como a lo largo de los dos años de esta gira, luciendo chaqueta larga de cuero, para no desentonar.
“¡Qué alegría, Madrid, de nuevo un año más y esta vez con más motivo, porque me han nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad... pero sé muy bien a qué han venido”, ha reconocido, antes de pasar página rápidamente a un exhaustivo repaso por sus 56 años de carrera, empezando por “Mi gran noche”.
Junto a cortes poco manidos como “Ella”, “Ahora”, con casi 40 años de existencia, o “Somos”, con casi 50, no han dejado de sonar las “joyas de la corona” más tempranas, esto es, “Digan lo que digan” o un “Provocación” con querencia roquera.
No sería Raphael sin las frases masticadas y los afectados recursos teatrales de los que hace gala en la aplaudida “La noche” o “Volveré a nacer”, canciones con apuntes biográficos que suenan plenas en su voz: “Yo volveré a nacer, estoy seguro / Porque esta vida con mi vida sigue en deuda / Que yo no tuve juventud como cualquiera / Porque pasé de los 14 años (sic) a los asuntos”.
“¡Yo sigo siendo aquel, el Raphael de siempre!”, ha reivindicado, antes de regalarle los oídos a un “Maravilloso corazón” que ya sonaba con swing en el año el que cayó el Muro de Berlín, y de sorprender con “Por una tontería”, que ha nacido a solas con el piano y se ha revuelto al final con una loca descarga de cuerdas eléctricas.
Alcanzado el ecuador de la velada, el público ya se había desquitado coreando el nombre de su ídolo, que aún ha tenido tiempo para declarar, como lo lleva haciendo desde 1983, que “No puedo arrancarte de mí” y que “Estuve enamorado”, así como para abordar un largo segmento de versiones inaugurado en modo acústico con “La quiero a morir” de Francis Cabrel.
Latinoamérica ha estado ahí muy presente con Armando Manzanero (”Adoro”), Violeta Parra (sentida “Gracias a la vida”), Carlos Gardel, “toda una institución”, ha dicho antes de arrancarse en un dueto con la voz grabada del argentino en “Volver”, o Pedro Infante, con Chavela Vargas inevitablemente en la retina al entonar “Fallaste corazón”.
Encogido aún el ídem, el de Linares ha puesto sobre la mesa los tesoros de su propia colección con la gran traca final, en la que han desfilado de “Estar enamorado” a “Como yo te amo”, pasando por una inmensísima “En carne viva”, “Escándalo”, “Qué sabe nadie” o la imprescindible “Yo soy aquel”, todos con el brillo permanente de su intérprete infinito, que se ha marchado con una promesa igualmente eterna: “¡Madrid, yo te amo siempre!”. EFE
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