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LIMA, Perú. Una semana después de perder el indulto que lo había sacado de prisión, el expresidente peruano Alberto Fujimori contempla impotente desde la cama de un hospital cómo sus hijos y herederos políticos están a merced de la justicia, igual que él.
Su hija mayor Keiko, la poderosa líder opositora cuyo partido domina el Congreso, fue detenida este miércoles por un supuesto aporte ilegal de 1,2 millones de dólares de la constructora brasileña Odebrecht a su campaña electoral en 2011.
“La persecución se ha disfrazado de justicia en nuestro país”, escribió Keiko en un manuscrito publicado en su página de Twitter.
Además, el benjamín de Fujimori, Kenji, que perdió su banca parlamentaria en junio, enfrenta cargos de cohecho y tráfico de influencias por intentar salvar de la destitución al entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció en marzo.
“Otro momento triste y duro en una semana. Duro para la familia. Apenas me enteré de la noticia estuve al lado de mi mamá (Susana Higuchi) y después con mi papá”, tuiteó Kenji.
La familia Fujimori sigue dominando la agenda política peruana, aunque han pasado dos décadas desde que el patriarca se marchó a Japón, la tierra de sus ancestros, y envió su renuncia a la presidencia por fax.
“Los Fujimori han marcado la vida peruana desde hace más de dos décadas y media, primero durante la presidencia del padre y luego con la incursión en política de sus hijos”, dijo recientemente el analista político Fernando Tuesta a la AFP.
En un video grabado en su cama de la clínica limeña donde permanece en calidad de detenido desde la semana pasada, Fujimori, de 80 años, solicitó a las autoridades que no lo envíen de vuelta a prisión, pues eso significará una “condena a muerte” para él.
A pesar de haber sido condenado a 25 años de prisión por crímenes contra la humanidad y corrupción, Fujimori (1990-2000) ha seguido gozando de gran popularidad en Perú por haber acabado con el terrorismo de Sendero Luminoso y la hiperinflación.
Ese legado ahora se lo disputan sus hijos, que quieren ser presidentes.
Keiko, de 43 años, fue candidata presidencial en 2011 y 2016, perdiendo en reñidos balotajes; y Kenji, de 38, fue el legislador más votado en ambos comicios.
Pero las ambiciones han roto la unidad de la familia y el fujimorismo dejó de ser un partido monolítico. El cisma se gestó en diciembre cuando el Congreso votó un pedido de destitución de Kuczynski, por mentir sobre sus lazos con Odebrecht.
Keiko quería a toda costa echar a Kuczynski, pero Kenji le lanzó un salvavidas, al abstenerse en la votación junto a otros legisladores leales.
Tres día después, Kuczynski indultó al expresidente, gesto interpretado como pago a Kenji, quien se había esmerado en conseguir la liberación de su padre, a diferencia de su hermana, que se había manifestado cauta, por temor a que ensombreciera su liderazgo político.
Kenji renunció en febrero al partido fujimorista (derecha populista) alegando que éste ya no tenía “autoridad moral” por las revelaciones de aportes de Odebrecht, la causa que ha llevado a prisión a Keiko.
Además, sugirió que crearía un partido propio para impulsar sus ambiciones presidenciales, pero la venganza de su hermana no tardó en llegar.
En marzo, un legislador leal a Keiko denunció que Kenji había intentado comprar su voto para salvar a Kuczynski de una nueva moción de destitución y sustentó la denuncia con un video grabado clandestinamente, cuya difusión condujo a la renuncia del mandatario.
En junio, los votos de los legisladores del partido de Keiko despojaron a Kenji de su escaño parlamentario y lo pusieron en manos de la justicia.
“Quiero dirigirme a mi hermana Keiko y decirte, bueno, felicitaciones, aquí tienes mi cabeza en bandeja”, dijo entones Kenji.
Sin embargo, Kenji evitó una inhabilitación que lo hubiera excluido de la carrera presidencial de 2021, en la que podría enfrentar a Keiko siempre que ambos sean absueltos de las causas judiciales que enfrentan.
“Fujimori marca fuerte en la definición de la agenda política”, dijo a la AFP el analista Luis Benavente, director de la consultora Vox Populi.
“Es una agenda donde no solo él es el protagonista o el actor principal, sino que está relacionada a la actuación política” de sus hijos, agregó.
La guerra entre los hermanos no encuentra tregua, a pesar de los lamentos del patriarca, quien al cumplir 80 años en julio dijo que se dedicaría a escribir sus memorias y a reconciliar a sus hijos, pues ya estaba jubilado de la política, sin saber que él mismo podría volver a prisión.
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